Una llamada de teléfono me alertó de su presencia, pero cuando llegué, era tarde. La multa se mecía con el viento sobre el limpiaparabrisas de mi coche, y el agente, desde la prepotencia que otorga el uniforme, me hizo saber que era inamovible. Aunque la acera fuera de todos, no se podía aparcar encima de ella.
Recordé la escena del día anterior, cuando dos hombres se peleaban en la calle sin piedad, y la autoridad se limitó a separarlos y reprenderlos.
Es curioso constatar como a medida que avanzamos en tecnología, vamos descendiendo en valores... Sesenta euros por pisar un bordillo, y sin embargo, pisar un cuello, es gratis.
jueves, 3 de marzo de 2011
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