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domingo, 27 de febrero de 2011

Réquiem por una Puta

__ A Fernanda __
Con el cariño y el respeto que le tuve en vida.
¡Ha soñado con la muerte tantas veces
que la muerte le ha ganado la batalla…!

Deposita la parca su estela inconfundible,
su rastro de silencio
y ese vacío infernal
que con nada se llena.

La sorprendió serena, en dulce espera,
dormitando entre mundos imperfectos
¡sabe dios entre qué sueños envuelta!
Aguardaba impaciente
el fin de la contienda,
el remate final del sufrimiento
que la elevase en aras de la gloria.

En un tiempo fue madre, en otro puta...
Se alejó de su gente y de su entorno
disfrutando de múltiples placeres
en lo que algunos llaman “vida fácil”,
y su ocaso, decrépito y ajado
la llevó a ser fregona
de mil casas ajenas.

Abandonó a sus hijos
a merced de una abuela generosa
y de un padre borracho
que ejerciendo su lícito derecho
jamás perdonaron el agravio,
según su propio informe.

La recuerdo narrándome esa historia,
un discurso por siempre repetido,
cual culpable confesa
que busca redimirse.

Disimula una mueca acongojada
prisionera en pretéritos malditos
que quisiera borrar de su memoria
y enterrar para siempre,
sin que sangren por dentro...
Y proclama, otra vez entre sollozos,
que quisiera perderse entre el mutismo,
reposar en el verso de la ausencia
hasta olvidar que fue joven y guapa,
que su piel fue asfalto de tránsito,
autopista de pago
y estación de peaje
sin destino final ni varadero.

Imagina la ruta en solitario
sin sábanas bordadas con tristeza,
sin susurros obscenos,
sin alientos de alcohol y nicotina,
ni borrachos de un día
ni amantes de a centavo.
Sin hostales mugrientos de improvisto
y sin besos vacíos ni caricias difuntas
a cambio de unos duros miserables.

Se dibuja en su cuadro imaginario
entre acuarelas vivas,
y matices de tonos sombreados
bajo un paisaje añil, con golondrinas
que retornan al nido cada año
para seguir su ciclo,
con proyecto de vida y de futuro,
¡sin madres ausentes
ni hijos olvidados...!

Colorea a su gusto los detalles
de esa escena que en sueños elabora
con pulcritud y esmero,
como diestro pintor que firma su obra amada.
Y termina tejiendo realidades,
masticando el vacío que la viste
y la adorna en penumbras sosegadas.

¡Hoy la observo tan quieta, tan ausente
tan desgastada y rota
tan muerta al fin y al cabo!
que el eterno reposo de su gesto, al acercarme,
me ha dictado la historia nuevamente,
esta vez, con final,
cerrando en broche de oro
la vida que se aleja en dulce vuelo.


Porque ya no habrá penas,
ni amargas soledades,
ni puñales que arañen las entrañas
hasta hacer vomitar el sufrimiento.


Se ha ido sola, cual era su rutina,
así como vivió,
así se ha muerto,
sin hijos ni cobijo que la ampare
en las horas finales
cuando el miedo te atrapa.

No deja herencia firme ni legado...
algunos muebles viejos
que irán para los pobres
son todo cuanto alberga
la casa en que vivía.
¡Ni siquiera sus bienes personales
han querido los suyos
al menos de recuerdo!

Ya se ha escrito la página final
en esta cruda historia...
Mañana nadie la echará de menos,
y una radio de mano
como único doliente
llorará entre el metal
con lágrimas sinceras.

Una misa de réquiem
repleta en desapegos,
cerrará la homilía
en el último acto.
Y una lápida propia
que fue pagando en vida,
sellará para siempre
la historia más amarga
mientras reposa el cuerpo
en fiel descanso.

¡Vuela libre y feliz, paloma blanca!
¡Vuela alto sin miedos ni ataduras
y maquilla a las nubes su tristeza...!

¡Hoy el cielo por fin, te ha perdonado!

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