Declinaba en el cielo un sol de atardeceres
entre aullidos de ausencias presentidas...
Elevaba la tierra su última plegaria
invocando a un dios profano,
suplicando tal vez, la salvación final.
La noche se hizo dueña de todas las estancias
y expiró la luna un sollozo invisible
mientras recitaba el último verso enamorado.
Se exilió mi sonrisa dormida en desapegos,
enmudeció el verbo...
Callaron las promesas,
matando las caricias,
enterrando la voz acartonada,
dando santo sepulcro al último poema.
Y asistieron impasibles
los labios sellados,
incapaces de encontrar
la oración compuesta
que en directo complemento
pudiera detener el paso hacia el cadalso.
Sólo espero que el tiempo que me viste
bajo este atuendo infernal de negro luto
no me encuentre vacía de recuerdos,
ni me borre la memoria el alba,
para que pueda seguir amándote siempre
desde este silencio que me aterra.
entre aullidos de ausencias presentidas...
Elevaba la tierra su última plegaria
invocando a un dios profano,
suplicando tal vez, la salvación final.
La noche se hizo dueña de todas las estancias
y expiró la luna un sollozo invisible
mientras recitaba el último verso enamorado.
Se exilió mi sonrisa dormida en desapegos,
enmudeció el verbo...
Callaron las promesas,
matando las caricias,
enterrando la voz acartonada,
dando santo sepulcro al último poema.
Y asistieron impasibles
los labios sellados,
incapaces de encontrar
la oración compuesta
que en directo complemento
pudiera detener el paso hacia el cadalso.
Sólo espero que el tiempo que me viste
bajo este atuendo infernal de negro luto
no me encuentre vacía de recuerdos,
ni me borre la memoria el alba,
para que pueda seguir amándote siempre
desde este silencio que me aterra.
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