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domingo, 27 de febrero de 2011

Llueve...

Llueve...
Llueve sobre el paisaje desolado de mi alma,
sobre la tierra esponjosa
de mi esperanza perdida.

Llueve sobre el mordisco infinito
y sangrante de tu ausencia,
sobre el silencio punzante de tu olvido
inalterable al tiempo y las vivencias.

Llueve, sigue lloviendo,
y ya sólo me queda la esperanza
de que escampe
antes de que el fango me absorba
bajo el manto mortal de las tinieblas.

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