
Finalmente, te atreviste a descender por mi rodilla, y te mezclaste entre el montón de cáscaras que había en el suelo, a mi lado.
Y al verte tan valiente, cargando con aquella cáscara de pipa que tan hábilmente me habías robado y que superaba cuatro veces tu tamaño, me sentí tan pequeña, que quise ser como tú... hormiga.

No hay comentarios:
Publicar un comentario