
Dos botas ensangrentadas y un teléfono móvil, que ahogado, no deja rastro de la agenda que un día alguien inscribió en él. Eso es todo lo que queda de su breve existencia.
En el fondo del mar, su cuerpo reposará para siempre en este lado del estrecho que tanto se esforzó por alcanzar.
Al menos... será libre.
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