...

viernes, 4 de febrero de 2011

Abuelo...

Hoy escribo para ti, abuelo…
Tú, a quien siempre admiré tanto,
estás siendo el protagonista
de este pequeño poema.
¡Ha pasado tanto tiempo…!
Aún te recuerdo dándome aquel sabio consejo,
cantándome aquella antigua canción
o leyéndome aquel viejo libro
que tanto me gustaba…
¿Recuerdas abuelo?
“La pequeña Casilda” se titulaba…
Aquellos y otros detalles
se han quedado sellados en mi mente
con el título de inolvidables.
Sí, tú fuiste nuestro mejor niñero,
con el bolsillo siempre abierto
para pagar aquellas chucherías
que se hicieron cotidianas
en nuestros paseos íntimos.
Creo que tú tampoco lo habrás olvidado, abuelo… ¿recuerdas?
Al llegar a casa, mamá te regañaba
por concedernos esos dulces caprichos
que impedían engullir los asquerosos fideos del menú.
Pero estabas tan acostumbrado a esas riñas
como a no pasar de largo
ante aquellos puestecillos ambulantes.
Ahora, después de tanto tiempo.
me siento contigo, abuelo.
Sí, hoy me doy cuenta
de lo que significas para mí.
¿Cómo olvidar mi séptimo cumpleaños…?
Ya todo estaba dispuesto
cuando apareciste con aquella… mi primera tarta
que con tanto cariño habías traído desde lejos.
Venía acompañada de un poema
que tú mismo habías compuesto para mí.
Era muy pequeña para entender su significado
pero también era mi primer poema, y me gustaba…
“El día cuatro de Septiembre
cantaban los pajaritos”… así empezaba.
Cada cuatro de Septiembre
cantan de nuevo, abuelo,
pero no son ya los mismos…
Ahora su trinar es más débil
y en su canto, resuena melodía de tristeza…
Creo que ellos también te echan de menos.
Tú fuiste un hombre que supiste lo que querías…
Con tu forma de pensar
conseguiste algo muy difícil,
entender la vida.
Con tu manera de ser
conseguiste algo importantísimo…
que todos guardemos un bonito recuerdo de ti.
Con tu generosidad
lograste casi un imposible…
Que todos sigamos queriéndote
aún más que entonces.
Gracias… Abuelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario