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martes, 14 de mayo de 2013

Columpiarme en las Nubes

Este poema podría ser memoria de cualquier despedida...
Cubriría, a modo de metáfora, cualquier adiós de un tiempo cualquiera,
y de hecho, lo es y así lo expresa,
porque son estos versos los que me gustaría
que sellaran mi boca para siempre, si llegado el momento,
he de decir adiós.
Así, serenamente, en canto de balada,  hasta el último aliento.

Se me desploma el mundo a pie de asfalto...

A derecha e izquierda
sucumben los pilares, y a mi espalda,
se repliega el camino que ya anduve
con pies de peregrino desnortado.

No hay vuelta atrás, me digo,
mientras miro aterrada el horizonte.

Descuelgo de mi espalda el equipaje,
esa mochila vieja cargada de despojos
que curtió el desencanto
y me enseñó a restar.

Lo demás, lo que suma y enriquece
siempre viaja conmigo,
va encriptado en el alma.

Me detengo un instante al borde del sendero...

Me oprime la congoja
de lo desconocido,
el nudo en la garganta
que deja la tristeza
sobre las despedidas obligadas,
y ese amargo sabor
con el que se mastica
la voz de los adioses
cuando son para siempre.

Sumisa, en mi escritorio
reposará la pluma
que fuera compañera
de todos mis desvelos,
testigo silencioso
de tantos desvaríos.

Y dormirá el legado de mis versos
bajo el ocre matiz de las hojas antiguas
en un libro cualquiera
que se ha rendido al tiempo
y solo es recurrente
en las tardes de lluvia.

Al fondo, tras el túnel
resuenan los acordes,
que entonan la balada
de la resurrección.

Y al son formal del réquiem
me fusiono al vacío
que vibra sobre el eco
con voz de eternidad.

Me columpio en las nubes
de otra dimensión.

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