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domingo, 27 de febrero de 2011

Soledad

¡Cómo me duele recordarte de nuevo,
tan certera, tan pegada a mí,
tan poco ajena!...

Y recorrer de tu mano los abismos insalvables,
y ese túnel desierto que mastica vacío
sobre los versos dormidos de la ausencia.

Me reclama tu nombre, sin descanso,
como vuelo de buitres hambrientos
que buscan su carnaza.

Y me entrego abatida en tu regazo
hasta que logre por fin
tejer la tela de araña
que te atrape en sus redes para siempre
mientras rezas el último credo.

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