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domingo, 27 de febrero de 2011

El Canto de los Miserables

Cantad,
ya llegan ...
ensordeced,
cantad más alto
ante su presencia.

Apartad la mirada
del sendero de los pobres,
de la denuncia que proclama
el ausente brillo de sus ojos.

Congelad los sentidos a su paso,
acallad vuestras creencias satisfechas,
sin oír el rugir de tripas que os delata
como buitres repletos que aguardan sus manjares,
y comed, comed sin pena en ese plato pulido
que os refleja agónicos, en la más rotunda indigencia.

Cantad,
se acercan ...
no miréis,
seguid cantando
alto y sin clemencia.

No escuchéis el grito
de la estrofa que agoniza
su voz quebrada, muda y muerta
como débil canto desolado.

No respiréis el polvo del camino
que deja la huella hambrienta que les nutre
mientras alzáis la voz ahogando su lamento.
Y cantad, cantad hasta que no podáis oírles,
no sea que la danza de los jugos en su estómago
os provoquen una llaga incurable en la conciencia.

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